QUIZÁS EL HOLOCAUSTO DE ESTA NOCHE

14.9.09

Quizás el holocausto de esta noche

pueda abarcar el odio de mil vidas,

quizá pueda encontrarme entre los cuerpos

putrefactos de amor en la trinchera

y acongojar enteco mis historias

con tenedores de cieno y rastrojos.


Quizás

el álamo de horror surja esmirriado

en esta noche pálida sin lunas,

en este ardor eterno, arrebatado

al infierno, al dolor que nunca acaba,

desde los piélagos del norte, gigantescas

ubres de sal y conchas encendidas,

leche vivificante

que amamantó a mi padre,

a mis tíos,

a mis abuelos;

en el norte, donde

aquella vez

se me extraviaron,

entre castillos de arena y toallas,

mis ilusiones de hermano que apaga

la luz del cuarto, todas estas noches

pálidas

sin lunas.


¿Y qué es la vida sino caracolas?

¿Y qué es el tiempo sino carne a medias?

¿Qué son los ojos, que son las miradas?

¿El cabello de aromas sin mesura?

Solo ilusiones. Solo

maravillas.

Inalcanzables ansias de infinito.

Paroxismos fugaces de amargura.

Mi fracaso.

Lo que ya no me permite ser

hombre

en esta tierra.


Un cadáver que sale de la cama

hacia la cocina, calienta un poco de leche

en el microondas

con sus manos muertas

hace tiempo.

Café agitado con la cucharilla.

Pan tostado los lunes y los viernes

y los fines de semana.

Galletas el resto de los días.

La radio atronadora. Su sonido,

rebota en las paredes. No se inmuta.

Moja el pan en la taza y es como si

estuviera mojando sus deseos.
El agua hirviente le dora la carne.

Ya no le crece el pelo, por fortuna.

Así no se lo peina ni se afeita.

Ni las uñas de los pies. No tiene

que cortárselas.

El traje nuevo de su cumpleaños.

No tiene que dar besos en mejillas.

¡Venga! ¡A la calle! ¡Sal, no te lo pienses!

¡Vive la vida, pon una sonrisa!

Cierra la celda, no olvides las vueltas

de llave

no vaya a ser que no te roben nada.

La mierda,

La mierda que me habla. Yo la escucho.

Cadáver con un traje de amapolas.

Portazo.

Guillotina instantánea de placeres.


Quizás el holocausto de esta noche,

alunada escudera de desastres,

no quiera confiarme más secretos.
Quizás el día,

infalible verdugo de ilusiones,

me traiga los despojos de las nubes

y con ellos mi reflejo palpitante,

recordatorio de tiempos lejanos,

de aquellos días cuando me inundaba,

junto a mi hermano,

de sal abrasadora y verdadera.

Tela y sombrillas, ombligos al aire,

el mar que dio la vida a mis ancestros.

Tierra de gaitas y de sol y amparo

al calor del hogar. Fuera, gaviotas.

Un faro que ilumina el mar en calma.

Tiempos lejanos.

Noches henchidas de luna e infancia.


Y ahora, asfalto y lodo.

Solo entre mugre de ojos que rezuma

apariencia, interés, falsos halagos.

¿Y qué te queda ahora, cruel poeta?

¿Y qué te queda? Ya te lo advertimos.

No hiciste caso. No nos escuchaste.

¿A qué ser generoso y destruirte?
¿A qué querer ser de oro? ¿No ves, Alex,

que tu destino es ser un dios de plata?

¿No te das cuenta de que ya han cerrado?

Vuelve mañana, quizás haya suerte.

Pero no creo.

Inclina la cabeza y sigue andando.

¡Ahora sonríe! ¡La vida es preciosa!

Noches henchidas de inocencia y lunas.

Gaitas entre la niebla. Astilleros.

Los monstruos acerados que me asustan.

Mi hermano que los mira y que se asombra: ¡Jo!

¡Vaya barcos!

La lonja, de la mano de mi madre.

¡Mira, mamá, qué ojos! ¡Ese pez

es de mentira!

El abuelo, meciendo sus combates

y sus historias de guerras antiguas.

El mercadillo, harto de colores

y de acentos extraños.

Hay pulpo los domingos; luego, feria.

Y en Compostela,

abrazado al Apóstol ya no hay miedo.

¡Paparruchas! ¡Nada más que se trata

de un niño que sueña! ¡Mira el ahora

y el futuro! ¡Madura!

¡Que ya eres hombre! ¡Sienta la cabeza!

¡Y déjate de historias infantiles!

Abrazado al Apóstol cierro los ojos:

Quiero ser el más fuerte

Y sonrío.


Quizás el holocausto de esta noche

me trate bien y se lo lleve todo.

Quizás no vengan más estos recuerdos, quizás

la aurora sea mortaja de los cisnes.

Yo ahora

no quiero continuar con estos versos.

Lo que realmente deseo es fundirme

entre la noche, antes de que me invada

con su llamada añil de un mar proscrito.

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