Ahí fuera está nevando y no puedo salir de casa. Por eso me siento ante el ordenador y me pongo a escribir largamente. La inspiración viene sola y las manos se deslizan por el teclado sin yo poder evitarlo.
Os traigo un poema dedicado a algo que se ve mucho por aquí en Turín. Que lo disfrutéis tanto como lo he disfrutado yo.
Paréntesis carnal de mis desvelos
que, firme ante mis ojos, me saluda.
Canción bamboleante que, desnuda,
embriaga de rubores los anzuelos.
Montes paralizantes y gemelos
surgentes más allá de toda duda.
Dunas de miel, leyenda sordomuda,
proceloso embriagar de caramelos.
Deja de hipnotizarme con tus notas,
trasero criminal, y dame ahora
el hielo abrasador de tus sabores.
Quiero probar tu carne arrolladora
y que con tus laureles condecores
el tierno rebotar de mis pelotas.