Os traigo un relato de ciencia-ficción para empezar bien el fin de semana. Espero que os guste.
Me sequé el sudor de la frente y continué la lucha. Presentía que la batalla iba a ser larga, pues ninguno de los dos nos íbamos a dar pronto por vencidos. Me arremangué por partida doble y me puse manos a la obra. Sólo podía confiar en mis dedos desnudos y en la fuerza de mis músculos.
Tiré. Tiré con todas mis fuerzas. Fue en vano. Mi enemigo permanecía inmóvil, sin siquiera un rasguño, sin una herida que presagiase mi victoria, allí, delante de mí, mofándose de mis infructuosos intentos de hacer mella en su débil cuerpo. Sí. Podía apreciar su risa socarrona, típica del que sabe superior.
Pero lo que él ignoraba en medio de la vanidad era que yo conocía a la perfección cuál era su punto débil. Y por eso decidí cambiar mi estrategia y centrar toda mi potencia en el flanco por el que yo sabía que en algún momento podría claudicar. Volví a tirar, y en esta ocasión, por fin, logré hacer mella. Una sonrisa de triunfo tiñó mis labios resecos.
Aparté los dedos y la vi: una pequeña fisura, inusitado precursor de victoria, apareció ante mis ojos. Espoleado por la cercanía del objetivo continué tirando, tirando, tirando con todas mis ansias, hasta que por fin logré fragmentar por completo su retaguardia, poco a poquito, lentamente. Como se ganan las guerras.
Extenuado, apoyé los brazos sobre la mesa y, jadeante, observé a mi enemigo derrotado. Todo mi ser bulló de satisfacción en aquel momento. Mi oponente, aunque continuaba inmóvil, ya no se reía de mis esfuerzos.
Porque lo había conseguido. A pesar de los obstáculos que colmaron mi camino, a pesar de las horas de sed y de hambre, a pesar del frío y del calor inmisericordes, finalmente, logré hacer posible lo imposible.
Conseguí abrir un cartón de leche sin ayuda de las tijeras.
#mujeressinfronteras
Hace 3 años
3 comentarios:
Enhorabuena, yo nunca he conseguido vencer a ese temible enemigo.
Necesito cortarlo -no sin cierto componente sádico- con unas tijeras afiladas y brillantes, mientras la luz artificial de la cocina me empuja a una violencia cada vez mayor, y la luz natural que se cuela por la ventana me hace tener cada vez más sed y desear cada vez más el contenido del insignificante cartón, que, finalmente, se da por vencido y deja ver el ansiado líquido.
Ya en serio -si se puede hablar de seriedad: el final del cuento es muy divertido y sorprendente.
Yo con ese enemigo no suelo tener problemas. La somnolencia mañanera crea en mí un estado de embriaguez que, de algún modo, me ayuda adormilando mi torpeza. Qué distinto sería si hablásemos de un paquete de pilas...
anos me prepare para evitar ese problema.
ejercicios con pesas en los dedos.
golpes en las piedras.
traccion,contraccion...traccion,contraccion...
constante.
ya no hay tetra.brick que se resista.......pero....en un despiste....me quede en la mano con lo que mas queria.....
el pezon de mi amada.
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